Aquel hombre miraba pensativo el horizonte, reflejaba tristeza y un vacío. Cada día venia al mismo lugar, parecía que esperaba a alguien, alguien que quizás no llegaría y un día lo escuche llorar y así decía:
“Aunque partiste tontamente creí que era por un solo día más pasaron otros y otros días y me di cuenta que me habías abandonado, mi alma se ensombreció, mi corazón se quebró, se llenó de amargura y mi mente se atormentó. ¿Cómo fue que te fuiste?¿Cómo fue que te perdí ? Seguro que todo es y fue culpa mía. No sabes el esfuerzo que hay que hacer para vivir sin ti. Sin ti nada tiene sentido, hoy mi vida es un lamento, hoy mi vida es un silencio. Yo soy como un barco a la deriva pues que sentido tiene la vida mía sino más que venir a contemplar el recuerdo de tu adiós. Mejor hubiese muerto, mejor hubiese enfermado y aunque todos mis huesos se hubiesen quebrados el dolor de tu ausencia no tiene comparación. Sabes? el dolor es complejo, confuso. El dolor es amargo. El sufrimiento es necio, resentido y para desgracia obligado porque tu no estás, porque ya no estas a mi lado. Tú te fuiste y te lo llevaste todo. Yo soy ahora nadie y tú aquella hermosura, aquella ternura llamada Alegría “.
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